Colombia, agosto 26 de 2005.-
Para entonces, los máximos capos del cartel conocidos como “el secretariado” y temidos por sus procederes sanguinarios y carniceros, habían ordenado el reclutamiento de campesinos y menores de edad para proteger los campamentos de procesamiento de coca. Igualmente habían ordenado disfrazar toda incursión con propaganda marxista para esconder la actividad del narcotráfico.
Como los campesinos del municipio de Valdivia se habían negado a trabajar para la organización criminal, aquél martes los gorilas narcotraficantes drogados hasta los tuétanos, uniformados con insignias del cartel FARC-EP, habían instalado un retén en el sitio rural Palomas, a unos 600 kilómetros de Bogotá, donde habían logrado retener a 14 campesinos para tratar de persuadirlos por última vez.
“…¡Ustedes desobedecen las consignas de Marx…!” Vociferaba uno de los terroristas mientras encendía un tabaco de marihuana. “Solución final para ellos, comandante…” Puntualizaba otros en medio de una traba que amenaza con hacerle saltar los ojos y los dientes de la resequedad…
Y… Con aterradora frialdad, sevicia y alevosía… ¡Rhaaataaaaa……pang…. Raaaat…! Las ráfagas de armas de fuego impactaron cobardemente los cuerpos indefensos y atados de manos de los catorce campesinos en medio de sus llantos y súplicas por el respeto a sus vidas y a sus familiares….
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